viernes, 13 de julio de 2018

INVERSIÓN PÚBLICA - EL MEMORANDUM CON EL FMI.

El Memorándum con el FMI y el ajuste de la inversión pública

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Por Ricardo Carciofi*
El programa económico que el gobierno ha puesto en marcha en el marco del acuerdo de préstamo stand by con el FMI contiene varias definiciones sobre la inversión pública nacional. Estos criterios no sólo suponen ciertos parámetros cuantitativos sino que conforman un escenario que difiere de la propuesta contenida en la ley de Presupuesto de 2018. El propósito de esta nota es analizar este nuevo marco de políticas respecto de la inversión pública. [1] Conviene pues repasar primero y de manera breve los lineamientos centrales sobre la inversión pública que delimitó el Presupuesto, para luego poner la atención en las implicaciones del Memo con el FMI.[2]
Inversión Pública: estrategia y políticas del Presupuesto 2018.
Se lee en la primera frase de la sección dedicada al tema en el Mensaje del proyecto de ley: “La inversión pública es una de las políticas prioritarias del Estado Nacional”.[3]Apoyado en esta premisa como punto de partida, el documento destaca diversos conceptos: el retraso existente en los servicios de infraestructura por falta de inversiones en el pasado y de allí la urgencia de otorgar dinamismo a las erogaciones de capital, la necesidad de priorizar la selección de proyectos, la importancia de cumplir con las disposiciones de la ley de inversión pública (ley 24354) en cuanto a la evaluación de los proyectos previo al inicio de las obras –requisito éste que la administración anterior atendió sólo de forma parcial y errática-, la identificación de proyectos estratégicos atendiendo a su impacto territorial, entre otras.
Asimismo, y quizás como pieza más destacada por la importancia de la misma en el planteo oficial, el Presupuesto puso en marcha el mecanismo de los PPP –proyectos de participación público privada- bajo el diseño previsto en la ley 27328. Específicamente, el Presupuesto autorizó la contratación de obras para 51 proyectos en diversos sectores de la infraestructura: energía y minería; transporte y comunicaciones; agua, saneamiento y vivienda; y salud, justicia y educación.[4] El monto de la autorización otorgada se destaca por su magnitud: 17 % del PBI según los propios parámetros del Presupuesto, a ser iniciados en el próximo bienio y cuya ejecución se completaría mayormente en un plazo de 5 años.[5] Asimismo, y como parte de la misma arquitectura de contratación PPP, el Presupuesto también fue el vehículo de creación del Fideicomiso PPP y fideicomisos individuales que son utilizados para el financiamiento de este tipo de proyectos, con la facultad de emitir valores fiduciarios, certificados de avances obra, efectuar y garantizar pagos de los contratos PPP, etc. A su vez, el patrimonio del Fideicomiso se nutre de los créditos presupuestarios que le asigne el estado nacional y también de contribuciones, cargos específicos y tarifas.
Teniendo en consideración las distintas iniciativas, el Presupuesto proyectaba alcanzar una inversión en infraestructura pública en 2018 de 3,5 % del PBI, lo cual resultaba 35 % superior en términos reales al promedio del período 2004/2015. Este nivel implicaba sumar varias ámbitos de realización de obras y diversas fuentes de financiamiento, a saber: la inversión del sector público nacional (1,9 % del PBI), adelantos a proveedores (0,5 %), proyectos PPP e inversión privada en mercados regulados. [6]
Las definiciones del Memorándum con el FMI.
Prioridades de inversión.
El programa que el gobierno le ha propuesto al FMI contiene una primera definición que se aparta del lineamiento aprobado por el presupuesto. Así, en la sección referida a la política fiscal se afirma que “continuaremos ejecutando los proyectos de obra pública esenciales para la competitividad de nuestro país, pero pospondremos aquellos que no lo sean”. [7]
Si bien no hay más detalle que el expresado en la frase citada, todo indicaría que la prioridad habrá de ponerse en las obras de transporte de carga y logística, siendo que deben posponerse las demás. En particular, cabe suponer que el mayor énfasis habrá de estar puesto en aquellos segmentos de la red de transporte relacionado con el comercio exterior, dado el acento que pone el programa en la mejora de las cuentas externas. Efectivamente, el Presupuesto destina fondos al Plan Nacional de Transporte, especialmente en materia vial, ferroviario de cargas, aerocomercial y el plan de puertos. De hecho, la reciente licitación de la red de autopistas dentro del mecanismo PPP se inscribe en esta línea. Sin embargo, además de lo anterior y aún dentro de este sector, también el gobierno ha señalado el interés de avanzar en varios proyectos de transporte público urbano. El más ambicioso de ellos es la Red de Expresos Regionales (RER), una obra cuya primera fase asciende a us$ 2700 millones de dólares y que si bien tiene elevados beneficios para la reducción del costo de transporte de personas, tiene una incidencia más que indirecta sobre la competitividad. También caen fuera de este concepto de prioridad, los proyectos de vivienda y hábitat, el incremento de la cobertura de provisión de agua potable y lo que se relaciona con la infraestructura escolar, iniciativas estas identificadas en el Presupuesto del corriente año.
Ciertamente esto no quiere decir que se habrá de cancelar la ejecución de las obras que no están directamente con la mejora de la competitividad, pero sí se implica en aquella premisa del MPEF que el gobierno realizará una exigente priorización de proyectos compatibles con la misma. Esto supone una revisión de la programación de inversiones realizada en el Presupuesto 2018. Probablemente el próximo proyecto de ley en la materia haga transparente la nueva estrategia y permita una comprensión integral de la definición del MPEF.
Criterios de cómputo y pautas para las erogaciones de capital.
El Memorandum establece además tres criterios de cómputo para las erogaciones de capital que tienen consecuencias sobre la asignación de recursos y la elección de prioridades.
El primero de ellos se encuentra definido en el anexo técnico del programa (MET) y consiste en computar las inversiones comprendidas en el PIP –Programa de Inversiones Prioritarias, como erogaciones de capital y, por tanto, con impacto en la medición del déficit fiscal. Como hemos explicado en otra nota, el PIP hizo su debut en la contabilidad presupuestaria de 2009 y de ahí en más ha seguido vigente. El mismo consiste en asignar fondos presupuestarios a la inversión pero que son registrados como Adelantos a Proveedores y Contratistas.[8] Este tecnicismo no es inocente. Por un lado, a los proyectos financiados por esta vía se los eximía de la evaluación técnica establecida por la ley de inversión pública porque, por definición, no se conceptualizaban como proyectos. En segundo lugar, se trata de un procedimiento de contabilidad creativa que contribuye a disminuir el déficit por cuanto la citada partida se ubica “por debajo de la línea”. Bajo esta modalidad se han venido haciendo diversas obras –el soterramiento del tren Sarmiento, rehabilitación del Belgrano cargas,  mejoras en los trenes de pasajeros del AMBA, obras hidráulicas en las provincias, etc.[9] El presupuesto de 2018 ha previsto 0,5 % del  PIB por este concepto destinadas a dar continuidad a proyectos existentes. A partir del programa con el FMI se pondrá fin a este mecanismo por cuanto existe el compromiso de derogar el artículo que ha permitido el funcionamiento del PIP.
El segundo criterio se refiere a la contabilización de los PPP. La cita textual es la siguiente:  “Las asociaciones de participación público-privada (PPP) financiadas por el Gobierno serán tratadas como adquisiciones públicas tradicionales. Las obligaciones del gobierno nacional asociadas con las asociaciones público-privadas se registrarán de forma transparente en las cuentas fiscales y se medirán como parte del déficit del gobierno nacional a medida que se produzcan (en base caja)”
La aplicación de este principio reconoce una amplia literatura acerca de la experiencia práctica en la aplicación del modelo PPP.[10] Si bien, el propósito del esquema es la búsqueda de una mayor eficiencia en la provisión de los servicios públicos –value for money– muchos países han recurrido a la contratación privada de la infraestructura bajo diversas modalidades, pero generando a la postre obligaciones reales y contingentes sobre el presupuesto público.[11] En rigor, la misma preocupación está presente en la legislación de Argentina y en la respectiva reglamentación de PPP.[12]Por lo cual, lo apuntado en el Memo con el FMI no hace más que reiterar y explicitar el procedimiento que habrá de seguirse para la contabilización de las erogaciones asociadas a los PPP.
Nuevamente hay un detalle técnico que será importante a la hora del seguimiento de las metas del programa. En la modalidad PPP –y la reciente licitación vial es un ejemplo claro-, los avances de obra se van certificando conforme al progreso de la construcción y está previsto que en los meses de mayo y noviembre de cada año los contratistas reciban un Título de Pago por Inversión (TPI), emitido en dólares, correspondiente a la certificación realizada en el período. El TPI se amortiza en 20 pagos semestrales. Una alternativa es que la contabilización relevante para la medición de la erogación de capital se corresponda con la emisión del TPI, el cual expresa el valor del activo físico incorporado y que tiene como respaldo la respectiva certificación. La otra alternativa es que se registre el gasto en cada cuota de amortización del TPI. Obviamente uno y otro criterio presentan diferencias porque en el primer caso las inversiones se distribuirán exclusivamente durante el período de ejecución (la emisión de TPI se registra como gasto de acuerdo con la certificación de obra) en aproximadamente 5 años, mientras que el segundo es más extenso ya que se relaciona con el cronograma de pagos correspondiente a la amortización de los TPI en 20 semestres.
Finalmente, el tercer criterio del MET supone un ajuste para el caso que se obtenga mayor financiamiento multilateral –BID, Banco Mundial, CAF- a lo previsto en el presupuesto. El margen es de 0,2 % del PIB por año por encima del crédito presupuestario. Esto tiene la ventaja de permitir una mayor inversión dentro de ese rango, pero también aclara el Memo que en caso de una ejecución inferior de este tipo de financiamiento, no puede ser compensado con otros proyectos. En la práctica eso representa un incentivo para acelerar el desarrollo de inversiones que son atendidas por el crédito multilateral.
El ajuste de la inversión pública.
Teniendo en consideración lo señalado arriba corresponde finalmente preguntarse a cuánto asciende la inversión pública durante el período del programa con el FMI. La respuesta no es inmediata. Como es sabido, el MPEF no contiene una proyección plurianual del gasto de capital. Tampoco constituye una meta del programa. La presentación realizada por el Ministerio de Hacienda el 7 de junio contiene una indicación indirecta al señalar los ajustes previstos en distintos rubros del presupuesto que, una vez aplicados, permitirían alcanzar los objetivos cuantitativos que se comprometen en las metas. El siguiente cuadro realiza una estimación utilizando las distintas fuentes hoy disponibles: el Presupuesto 2018, la presentación del Ministerio de Hacienda y el MPEF. [13]
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A modo de conclusión
En síntesis, el programa fiscal acordado con el FMI supone un recorte de la inversión pública del gobierno nacional de 50%  por año en términos reales durante el trienio del stand by. En el caso de 2018, se presenta la dificultad adicional de instrumentar el ajuste en los 6 meses de la segunda mitad del año. Es más, si se compara el comienzo con el fin del programa, la inversión prevista para 2018 de 2,5 % del PBI, incluyendo PIP y PPP, se reduciría en 2020 a 0,3 % del PBI -es decir, 12% del nivel inicial. Este valor es un mínimo histórico y levanta la pregunta cómo habrá de mantenerse un mínimo nivel de calidad de los servicios de infraestructura. Esta meta del MPEF parece alejada de planteo oficial de la inversión como una prioridad del Estado Nacional postulado en el Presupuesto del corriente año. Asimismo, bajo los criterios del MET difícilmente los proyectos PPP puedan ser un sustituto eficaz del ajuste de las erogaciones de capital. También el PIP ha dejado de ser un opción viable. Frente a estas restricciones, cabe esperar que el gobierno efectúe una revisión integral de las prioridades de sus proyectos, incluyendo el programa PPP. El DNU 545 recientemente firmado aún no ha efectuado esta tarea. Muy probablemente estos temas serán motivo de atención y debate en el Presupuesto 2019.
* Ricardo Carciofi, IIEP-UBA. Master en Desarrollo, Universidad de Sussex, Inglaterra y Estudios de Doctorado en la misma Universidad. Licenciado en Economía, Universidad de Buenos Aires

[1] Para un análisis sobre el programa fiscal acordado con el FMI, veáse la nota de O. Cetrángolo, “Del ajuste gradual al gradualismo ajustado”, Alquimias Económicas, 28 de Junio, 2018.
[2] El Memorándum con el FMI comprende el Memo de Políticas Económicas y Financieras (MPEF) y el Memo de Entendimiento Técnico (MET).
[3] Mensaje del proyecto de ley de Presupuesto 2018, pp 34. La definición de inversión pública utilizada aquí comprende a la inversión real directa, las transferencias de capital y la inversión financiera del Sector Público Nacional.
[4] Para un análisis de la aplicación de los PPP al caso argentino, veáse,  A. Einstoss: Contratos PPP: ¿una solución al déficit de infraestructura en Argentina?Fundación CECE, 2017
[5] Estos valores han sido revisados recientemente por el Decreto 545 (del 14 de Junio), pero no se aclaran las hipótesis utilizadas para la actualización de los montos.
[6] El Presupuesto no desagrega estos dos últimos conceptos (empresas privadas y monto de inversiones PPP del primer año). Cabe agregar que la inversión del sector público nacional comprende también las transferencias de capital a las provincias.
[7] Memorándum de Políticas Económicas y Financieras (MPEF), pp. 6.
[8] “El enigma de las prioridades en la inversión pública.” Alquimias Económicas, Marzo 2017
[9] El artículo 69 del Presupuesto de 2017 contiene un detalle completo de las obras del PIP correspondientes a ese ejercicio. El Presupuesto 2018 no ofrece esta información.
[10] Véase, A. de la Torre y H. Rudolph. The Seven Sins of Flawed Public-Private Partnerships, World Bank, 2016. También, E. Sadka, Public Private Partnerships: a Public Finance Perspective. IMF, WP/06/77. 2006.
[11] El MPEF también compromete la formulación de un marco integral de riesgo fiscal a partir de 2020 donde deben contabilizarse las obligaciones contingentes incluyendo las relacionadas con el financiamiento de los proyectos PPP.
[12] Decreto 118/2017.
[13] El ejercicio parte de considerar el nivel de gasto de capital de 2017 por cuanto ése es el punto de referencia presentado por el Ministerio.

PPP: LO QUE EL PACTO CON EL FMI SE LLEVÓ


PPP y el dolor de ya no ser: ni llave prerreelectoral ni motor fuera de borda


Las metas fiscales comprometidas con el Fondo Monetario Internacional implican recortar en $30 mil millones el presupuesto. En la práctica, empieza en el 2do semestre de este año, ya que el gasto deberá terminar en $110 mil millones, y en el Presupuesto 2019 subirá a $150.000 millones al incluirse los Programas Públicos y Privados (PPP), que aportarán del lado privado entre $25.000 y $30.000 millones, considerados también los desembolsos dolarizados destinados a los aeropuertos. Lo aclararon desde la cartera de Guillo Dietrich, pero para darle un enfoque positivo a lo que quedó del ambicioso Plan Nacional de Transporte, aplicada la letra del Memo de Políticas Económicas y Financieras (MPEF) firmado con el FMI, que Ricardo Carciofi reveló en el blog alquimias económicas. La tijera fiscal corta el 50% de la inversión prevista en infraestructura en los 3 años que dura el stand by, mete adentro del cálculo los PPP en los que se hagan adelantos por certificación de obra (antes en suspenso hasta la entrega llave en mano) y prioriza todo lo relacionado con el comercio exterior en materia vial, ferroviario de cargas, aerocomercial y el plan de puertos. Está contemplada la nueva red de más 3.300 kilómetros de autopistas y rutas nacionales seguras que encuadra directamente en la premisa de competitividad. Lo demás va a la cola. Pero los PPP tienen otros escollos no menores para superar, justo cuando deberían iniciarse las obras: el costo del asfalto que proveen YPF y Shell (en menor medida) se fue a las nubes de la mano del dólar y antes de haber puesto a trabajar un equipo, tiene que discutir las cláusulas de reconocimiento de mayores costos (ya entró en juego la Auditoría General de la Nación) o estudiar la opción de importarlo de Brasil al proveedor Raizen , que se quedó con los desprendimientos de la angloholandesa en el país vecino. Y además se les encareció un 30% el financiamiento por la sobretasa de riesgo. Los contratistas ya vienen arrastrando un cuello de botella con el cemento que obligó a aumentar 270% las importaciones del insumo principal y así seguirá siendo por los próximos 3 años.
La carta electoral que había imaginado el gobierno nacional con el que era un motor financiero fuera de borda para una inversión estatal de contabilidad diferida, como hubiera sido la Participación Público Privada, quedó desactivada por el crédito stand by del Fondo Monetario Internacional.
Figura en la letra del Memo de Políticas Económicas y Financieras (MPEF) firmado con el organismo multinacional que la prioridad de ejecución de los proyectos de obra pública, de ahora en adelante (con especial énfasis en el Presupuesto 2019 en ciernes), será todo lo relacionado con transporte de carga y logística, en especial en lo que tenga que ver con la red vinculada al comercio exterior, concepto en el que queda incluida la reciente licitación de la red de autopistas dentro del mecanismo PPP.
El FMI le cambió el mapa fiscal a esta modalidad de ignorar estos proyectos externos en el cuadro numérico hasta su entrega llave en mano, 4 o 5 años después de iniciados, desde que obliga a transparentarlos desde el comienzo mismo del contrato.  
Encuadran, en consecuencia, en el recorte de la inversión pública del gobierno nacional del 50% por año en términos reales durante el trienio del stand by, lo cual obliga también a barajar y dar de nuevo con el Plan Nacional de Transporte, especialmente orientado ahora a lo vial, ferroviario de cargas, aerocomercial y el plan de puertos.
El revelador análisis fue publicado por Ricardo Carciofi, IIEP-UBA. master en Desarrollo, Universidad de Sussex, Inglaterra y Estudios de Doctorado en la misma Universidad. Licenciado en Economía, Universidad de Buenos Aires, en el blog alquimias económicas.
Previene que no sólo el recálculo arranca con el Presupuesto 2019 aún en barbecho, sino que requieremeter mano en este 2do semestre, que ya de por sí viene a media máquina por el ajuste en el consumo y a todo vapor con la inflación.
El ministro de Transporte, 'Guillo' Dietrich, mutó de ser el promotor del programa de obras públicas más ambicioso de la historia, como él mismo lo denominaba, a cirujano mayor de su implementación: ya anticipó que este año se proponía terminar lo que estaba en marcha y no empezar nada nuevo, pero prometió que el año que viene "va a haber más".
El Presupuesto vigente proyectaba alcanzar una inversión en infraestructura pública de 3,5 % del PBI, lo cual superaba 35 % en términos reales al promedio del período 2004/2015: el sector público nacional abarcaba el 1,9% del PBI, adelantos a proveedores 0,5 % y el resto lo componían proyectos PP P e inversión privada en mercados regulados.
Sin embargo, de cabo a rabo del programa, luego de pasar a un 2,5% del PBI, incluyendo PIP y PPP la proyección a 2020 se reduciría a 0,3%, o sea 12% del nivel inicial, estima Carciofi.
Red de Expresos Regionales, otra vez será
En la práctica significa que varios proyectos de transporte público urbano con incidencia más que indirecta sobre la competitividad, como la Red de Expresos Regionales (RER), debajo del obelisco, que en la 1ra fase implicaba aportar us$ 2700 millones, irá a la cola de las prioridades.
No cuentan en esta instancia beneficios para la reducción del costo de transporte de personas, por elevada que fuera, sino que también queda en la línea del corte los proyectos de vivienda y hábitat, el incremento de la cobertura de provisión de agua potable y lo que se relaciona con la infraestructura escolar.
Las que eran vías de escape de las limitaciones de endeudamiento público, las asociaciones de participación público-privada (PPP), que financie el Gobierno, según el stand by con el FMI, deberán ser tratadas como adquisiciones públicas tradicionales y registradas de forma transparente en las cuentas fiscales, con lo cual se medirán como parte del déficit del gobierno nacional a medida que se produzcan (en base caja).
Le caben en consecuencia, las generales del ajuste con sólo que el Tesoro tenga que desembolsar los 2 adelantos anuales contra certificación de obras, que figuran en las condiciones contractuales.
La presupuestaria no es la única traba que se interpone en el fluir de los PPP, ya que la devaluación y el traslado a los valores calculados obliga a discutir en torno de las fórmulas de mayores costos que figuran en los contratos, ates que se hayan empezado aún los trabajos efectivos.
En ese marco, la Auditoría General de la Nación (AGN) anunció que tomará cartas en los 6 proyectos de corredores viales licitados y adjudicados bajo la modalidad de participación público-privada (PPP), que prevén la transformación de más de 7.200 kilómetros de rutas nacionales en una red de autopistas y rutas seguras, siguiendo lo que dispone el artículo 22 de la Ley 27.328, que establece que la AGN debe incluir la auditoría del desarrollo y resultado de todos los contratos de PPP.
"Desde diciembre de 2015 a la fecha se terminaron más de 300 kilómetros de autopista, se pavimentaron casi 1.500 kilómetros de caminos y se repavimentaron otros 3.700 kilómetros", evaluaron desde la cartera dirigida por Dietrich.
Pero ahora, con los PPP, los contratistas, en la jerga futbolera, salieron perdiendo 1 a 0 desde el vestuario, porque desde que recrudeció la corrida cambiaria YPF les lleva aumentado más del 50% el asfalto, siendo el principal proveedor desde que agrandó la refinería de La Plata e incrementó en un 150% la producción. Y si quisieran traerlo desde Brasil comprándoselo a Raizen, que se quedó con los activos que tenía la Shell en el país vecino, un dólar arriba de $28 más el plus logístico tornarían antieconómica la ecuación.
Otro sector que influye en el consumo de asfalto es el de la infraestructura aeroportuaria. En lo que va de la gestión ya se hicieron a nuevo las pistas de los aeropuertos de Chapelco, Trelew, Mendoza, Tucumán y Ezeiza.
El Ministerio de Transpor te informó que en junio se llevaban despachados 48.0111 toneladas de asfalto y en el 1er semestre del año fue récord histórico, con un total de 316.270 toneladas. El crecimiento semestral respecto al mismo período de 2017 fue del 15%.
La escasez de asfalto se agrega a lo que venía sucediendo con el cemento, que ya atravesaba un prematuro cuello de botella.
Nada más que con la obra pública la necesidad de importar clinker, que se mezcla con piedra calizapara producir cemento, creció 270% y este abastecimiento externo se mantendrá por lo menos hasta 2020, si para entonces el 2do proveedor local, Holcim, lograr finalizar la ampliación de las plantas y puede sustituirlo por fabricación nacional.
También ese lapso deberá aguardar una eventual adecuación de los hornos acero y química a la más exigente demanda, si es que logran sortear el 30% de sobreprecio en el financiamiento internacional que rige actualmente para el país.